Una persona se queja de que en el trabajo sus compañeros "se aprovechan" de su buen voluntad. A veces le piden cambios de turno desventajosos, le encomiendan las tareas más pesadas o le dificultan acceder a las actividades formativas más enriquecedoras. Por otra parte, con su pareja le pasa algo parecido, y también en sus grupos de amigos.
En realidad, le cuesta negarse a cualquier petición que recibe porque no quiere "pagar" el precio del enfado o el rechazo de sus compañeros de trabajo o de sus relaciones personales.
Su esperanza consiste en esperar que sean las personas que le rodean las que se "autolimiten" y tengan una actitud respetuosa. De esta forma, evitaría sentirse maltratado y se ahorraría el coste de la agresividad que puede conllevar negarse a cumplir las expectativas de los otros.
Esta esperanza se cumple en escasas ocasiones. Ya sea porque las personas tendemos a buscar nuestro propio interés o por el carácter subjetivo de hasta qué punto determinadas situaciones se pueden considerar poco respetuosas.
Una vez más se repite en psicología, la tendencia a confiar en que los demás cambien su forma de actuar, y así, yo pueda continuar haciendo lo mismo. Curiosamente, esta actitud de que hagan el esfuerzo del cambio los otros mientras yo permanezco de brazos cruzados tiene un punto abusivo.
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