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Writer's pictureLuis Palacios Araus

El coste de la evolución

En la evolución humana probablemente se pueden distinguir dos grandes momentos estelares, la marcha bípeda y la hipertrofia del cerebro. Cada uno de ellos mejoró la adaptación al ambiente, pero también implicó asumir algunas desventajas.


Aproximadamente, hace unos 15 millones de años se produjeron varios "experimentos" de marchas más o menos bípedas como una forma de ahorrar energía en un medio cada vez más seco donde las fuentes de alimento están alejadas.


Hace unos 4 millones de años, los australopitecos pueblan África. Su aspecto es parecido a los chimpancés, con un tamaño de cerebro similar, unos 450 cc. Su particularidad es que son capaces de andar "a dos patas", como nosotros. Debió ser una ventaja considerable, si se tiene en cuenta que se asocia a una modificación en la estructura de la pelvis y las consiguientes complicaciones del parto.


El siguiente cambio trascendente en nuestra historia se produjo con la llegada del Homo erectus hace aproximadamente 1,5 millones de años. Esta especie presenta una capacidad craneal de unos 1000 cc, lo cual supone prácticamente duplicar el tamaño del cerebro de los australopitecos. Tampoco este cambio salió "gratis".


El cerebro se convierte en un órgano de lujo que puede consumir un 20% de nuestra energía. Como sucede con los presupuestos, lo que se pone en un sitio, se quita de otro. En este caso, fue el aparato digestivo el que pagó buena parte del coste a través de la reducción del gasto energético de las digestiones. Esta adaptación fue posible gracias al consumo de carne que tiene un aporte calórico muy superior a las dietas vegetales.


Finalmente, la evolución, como cualquier proceso de cambio, implica obtener beneficios, pero también asumir que se van a producir pérdidas.


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