La pareja humana presenta un vínculo emocional y racional muy fuerte que nos empuja hacia una cierta monogamia. Tradicionalmente, se ha justificado este aspecto de nuestra especie por la ventaja evolutiva que representa el formar un "equipo" para cuidar las crías.
Sin embargo, otras especies cercanas a nosotros, cuidan exitosamente a sus crías sin desarrollar esta monogamia. Los chimpancés comunes, con los que compartimos más del 95% del material genético, se aparean de forma promiscua teniendo, habitualmente, prioridad los machos dominantes. Algo similar sucede con los papiones oliva, más distantes evolutivamente de nosotros, pero con los que nuestros antepasados probablemente compartieron el contexto hostil de la sabana.
Posiblemente, un aspecto importante de la pareja humana que contribuyó a nuestro éxito como especie fue su capacidad para estructurar los grupos humanos. En la sabana, donde nuestra especie nace y experimenta las primeras fases de su evolución, hay pocas opciones para ocultarse y una elevada presión de depredadores, leones, leopardos, guepardos, hienas, perros salvajes. Nuestros antepasados no eran muy fuertes, tampoco muy veloces. Su estrategia de supervivencia se orientó hacia una estructura grupal con machos, relativamente grandes, agresivos y poderosos caninos para defender al grupo.
En una estructura de tendencia a la monogamia la agresividad entre machos quedaría apaciguada. Más o menos cada macho tendría su hembra y disminuirían los conflictos asociados al apareamiento. Se mantendría nuestra "herramienta" defensiva, pero se amortiguaría su capacidad autodestructiva.
Con este patrón de parejas, los grupos humanos aumentarían su capacidad para colaborar. Esto les facilitaría ser más creativos y cooperar en tareas como la caza. De esta forma, se sentarían los cimientos para un rápido del crecimiento del cerebro asociado al desarrollo de nuestra complejidad emocional y cognitiva.
Esta estructura grupal resultó tan exitosa que somos la única especie capaz de desarrollar un nivel de complejidad superior al de los grupos: las sociedades, sin estar genéticamente determinados para ello, como los insectos sociales (hormigas, abejas).
Lógicamente, a lo largo de la historia, este vínculo en la pareja se ha ido adaptando a las necesidades de las sociedades. Y continúa su desarrollo, cada vez más deprisa, en nuestra sociedad actual.
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