Paloma tiene 43 años, vive en su pueblo, no tiene pareja y su círculo de amigos de la infancia tiende a parecerle aburrido. Es trabajadora social y su labor profesional le resulta gratificante.
Su vida se centra en el cuidado de sus padres. Son mayores, tienen numerosos achaques y alguna que otra enfermedad de poca gravedad. Paloma se queja de que no se siente libre para desarrollar proyectos propios; como buscar pareja o cambiar a otro trabajo que implique salir del pueblo. Comenta que cuando no está pendiente de sus padres se siente culpable.
Reflexionando sobre este caso, se puede buscar una ventaja evolutiva que explique el origen de nuestra culpa. Si los padres descuidan a sus hijos se sienten "culpables" y tienden a atenderlos. Este mecanismo contribuiría a la supervivencia de nuestra especie.
Sin embargo, el cerebro no es perfecto, y el sentimiento de culpa se puede generalizar hacia la relación con personas cuyo cuidado dudosamente es nuestra responsabilidad o, cuando menos, nuestra implicación es excesiva.
Paloma parece encontrarse atrapada en una "trampa" evolutiva. El sentimiento de culpa que se ha asociado al cuidado de sus padres puede ser tan intenso que comprometa su desarrollo personal con la atención a sus padres.
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